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El Carnaval, enemigo de Cristo | Por Monseñor Marín Dávila

Primeramente. Miremos una verdadera imagen del infierno en el mundo loco y desatado, durante estos días de desenfreno y toda suerte de pecados, y pidamos al Señor un odio al mundo, a sus torpes placeres y vicios, y sobre todo pidamos un espíritu de fervor y sacrificio para desagraviarle por tanto como se le ofende en estos días.

Por: Redacción 23 Febrero 2020 16:49

El Carnaval resucita las costumbres paganas.

Consideremos que estos días son para los hijos del siglo días de disipación, de alegría loca y de rebelión contra el cielo. Se diría que toda carne esta corrompida, como en los tiempos del diluvio, ha corrompido sus caminos. La razón, el buen sentido, el pundonor y la vergüenza han desaparecido juntamente con la fe.

¡Qué fascinación! ¡Qué ceguera universal! Jesús, en el Evangelio de este domingo de Quincuagésima, nos habla de los oprobios y sufrimientos de que va a ser blanco en Jerusalén. Allí ha de ser entregado a los gentiles, escarnecido, azotado, escupido, ultrajado y condenado a muerte, y ahora en estos días se cumple, también, esa sentencia entre nosotros.

Las diversiones del Carnaval son un resto del paganismo, que exhibe su escandalosa licencia de costumbres y cubre de luto el corazón al ver tan ofendida a la Majestad de Dios. Porque no habiendo podido el demonio impedir la ruina del paganismo, ha logrado hacerse sobrevivir en las abominables costumbres de Carnaval, y muchos cristianos que condenan y aborrecen la idolatría, se han familiarizado poco a poco con esas costumbres las más sucias y desenfrenadas.

He aquí el origen de ese libertinaje, de esas diversiones de Carnaval, que es ocasión de la pérdida de tantas almas.

Los motivos que sirven de pretexto para tan escandalosos excesos. Se acerca el ayuno y la penitencia de Cuaresma, luego es preciso prepararse a él con la crápula y la orgía.

Dirán esos desventurados, vamos hacer la penitencia de los pecados después, luego hay que prevenirse cometiendo toda suerte de excesos, hay que exponer la inocencia a todos los peligros, manchar el alma con mil pecados, conceder a los sentidos todo género de libertades, y abrazar todos los placeres pecaminosos. Dios pide un culto particular durante la Cuaresma; preciso es dar culto al demonio durante el Carnaval.

Estas son las razones en que se pretende apoyar la licencia y desenfreno de estos días; he aquí, lo que se trata de autorizar un uso que el Evangelio reprueba.

¡Extraña ceguera la de los cristianos que no ven la impiedad de una conducta tan escandalosa!

 

En el Carnaval, Cristo es gravisimamente ultrajado.

Siendo así que el pecador cuantas veces peca mortalmente, otras tantas crucifica de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios y lo hace objeto de irrisión, este crimen, lo comete pecando gravemente en las diversiones de Carnaval.

Porque: ¿Qué agravio no hacen estos indignos cristianos a nuestra religión? ¿Con qué imprudencia no hacen de las santas ceremonias de la Iglesia objeto de irrisión y de burla? ¿No es esto renovar públicamente las ignominias, las befas, los oprobios de la Pasión del Salvador? ¿No es convertir en burla las verdades más terribles de nuestra religión, los preceptos de Jesucristo y las máximas del Evangelio?

El mundo enemigo declarado del Hijo de Dios, quiere triunfar en estos días de Jesús mismo. Con la apostasía pública de su religión. Porque hay un desprecio de la moral del Hijo de Dios. Porque acaso ¿No se crucifica despiadadamente a Jesucristo en los bailes impúdicos? ¿No se ultraja a Jesucristo en los espectáculos profanos, en las exhibiciones de libertinaje?

En fin, ¿no puede decirse con el apóstol que el Hijo de Dios es crucificado en esas diversiones, escollo de la inocencia; en esas mascaradas escandalosas, en esos hombres que no parecen tener ojos ni lengua más que para la obscenidad y la blasfemia? Y lamentablemente, esto pasa en pueblos y naciones católicas

¡Ah Señor! ¿Y cómo no llueve fuego del cielo sobre pueblos y ciudades que recuerdan los pecados y crímenes de Sodoma y Gomorra? ¿Y qué extraño es que la mano de tu justicia se deje sentir con tremendos castigos sobre las naciones que, llamándose católicas, permiten semejante abominación y desenfreno?

¡Perdón, Señor y Dios mío! Perdona a tu pueblo; no lo castigues según se merece, sino ten misericordia de él; ábrele los ojos para que vea el horrible precipicio adonde camina.

 

Comportamiento del buen católico en Carnaval.

Consideremos que el buen cristiano debe evitar con cuidado en estos días todo lo que indique relación con los usos mundanos. Porque ¡Es un escándalo si autoriza con su ejemplo algo de lo que el Evangelio condena!

Por el contrario, ¡cuánto bien puede hacer con su buen ejemplo, si se retira del bullicio del mundo para hacer más asiduamente visitas al divino Rey en el Santísimo Sacramento, a quien tantos, se abandonan para no ser testigos de los desórdenes que no pueden evitar!

Somos los amigos de Jesús, que se complace en darnos este nombre tan dulce. Pero, no seremos dignos de llevarlo si no demostramos celo por su honor. Por lo mismo, acudamos y consolemos a nuestro adorable amigo Jesús en la Eucaristía.

Estemos a su lado, participando de sus amarguras y de sus dolores, si queremos que nos diga algún día: Estuviste conmigo en la hora de la tentación; por eso quiero que estés ahora por toda la eternidad en el reino de los cielos.

El templo se convierte hoy en una imagen del Calvario. Al pie de la cruz, las almas fieles que aman a Jesús y le desagravian, ¡qué pocas son! A veces, tan pocas como las que estuvieron al pie de la cruz.

Tenemos, también, a la muchedumbre que pasa por el templo y blasfema y escarnece a nuestro Señor; tenemos a los fariseos y los escribas que se burlan de El; los Pilatos y Herodes que entregan al Santo de los Santos al poder y a la befa del pueblo.

Las dos ciudades, la de Dios y la de Satanás, siempre confundidas, hoy parecen separarse; los buenos, a orar al templo y pedir perdón por los pecados; los malos, a reproducir en pueblos bautizados y redimidos por Cristo los escándalos de los paganos.

El mayor consuelo que Jesús espera de los fieles amigos es que vayan en socorro de esos ciegos que, al ofenderle, corren a su perdición eterna. Redoblemos nuestra caridad, ya que el demonio redobla su furor.

Demos consejos, y exhortaciones, asistamos a actos de desagravio, no omitamos nada para excitar el fervor de nuestros hermanos y para detener el desbastador torrente del vicio o disminuir sus estragos.

Presentemonos, pues, ante el acatamiento de la soberana Majestad ante el ¡Amabilísimo Corazón de Jesús! Que ha sido traspasado de dolor al considerar los horribles pecados con que muchos cristianos responden a su amor.

Por lo mismo. Procuremos lavar con nuestras lágrimas y nuestra sangre tantos crímenes; amarle por los que le ofenden, llorar por los que se burlan de Él, y de orar por los que le blasfeman. Perdonalos, Señor y Dios mío, que no saben lo que hacen; ilumina sus entendimientos para que te conozcan y amen y no vuelvan jamás a ofenderte.

Por último. Hagamos el propósito de pedir Perdón a Jesús de todas las abominaciones que se cometen en estos desdichados días. Ofrezcamos todos los sentimientos de adoración, de gratitud y de amor que su presencia eucarística inspiró a los santos.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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